“Doña Morena”: la leal confidente que guarda en el corazón al presidente Abinader

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Doña Morena
Doña Morena

Con la voz entrecortada por los recuerdos y los años compartidos, “Doña Morena” extendió una vez más la taza de café al presidente Luis Abinader. En ese gesto sencillo, se desbordaba una vida entera de lealtad, gratitud y afecto silencioso.

“Lo quiero como un padre”, dijo finalmente, dejando escapar una emoción que llevaba tiempo guardada. Sus palabras no eran un discurso preparado, sino el susurro sincero de alguien que ha caminado junto al hoy presidente desde mucho antes de los reflectores del Palacio Nacional.

Doña Morena
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Morena, con la mirada baja y el alma llena de memorias, recordó aquellos días donde el trato humano y cercano de Abinader la marcó profundamente. “Él ha hecho lo que nadie había hecho conmigo”, confesó. No hablaba solo de gestos materiales, sino del valor inmenso que encuentra en ser vista, escuchada y respetada.

Por años, había guardado silencio. Nunca antes había dado las gracias de forma pública, pero en ese instante, entre libros, rutina y café, decidió hablar con el corazón. Dijo que reza cada día por él, y que desea que siga adelante, porque —según sus propias palabras— “es un hombre bueno que se ha ganado el respeto de quienes lo conocen de verdad”.

Doña Morena
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“Hay gente que lo juzga sin conocerlo…”, añadió, con una mezcla de tristeza y firmeza. Pero para ella, Luis Abinader no es solo el presidente: es el mismo hombre que siempre tuvo una palabra amable, un gesto sincero, una humanidad que no se disfraza con poder.

Ese instante íntimo, cargado de verdad y ternura, quedó grabado como uno de esos momentos que no suelen salir en los titulares, pero que dicen más que cualquier discurso. Doña Morena, con su voz humilde, se convirtió en símbolo de todas esas relaciones invisibles que dan vida a la historia humana detrás del liderazgo.

Doña Morena
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Y mientras él, con una sonrisa leve, agradecía por cuarta vez ese café, quedó claro que entre ellos no hay formalidades, sino un vínculo tejido con los hilos del tiempo, del respeto mutuo y de esa complicidad que solo nace entre quienes han estado, sin cámaras ni aplausos, en los días largos del camino.

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